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septiembre 2020

Solo el 7% de las personas en México tienen armas en su casa

Solo el 7% de las personas en México tienen armas en su casa 150 150 DEFOE MX

Tres de cada cuatro personas en México opinan que un arma en casa la vuelve un sitio más peligroso, de acuerdo con una encuesta de Defoe.

La situación de las armas en México es complejo. No se habla mucho de que la gente común y corriente tenga una relación estrecha con las armas, y sin embargo hay una gran cantidad de homicidios y ataques con arma de fuego. Las razones y las especificidades de esta situación son motivo de otra investigación. Lo que a nosotros nos interesó fue consultar a las personas mexicanas para saber si tienen cercanía con las armas.

La primera pregunta que planteamos fue la noción que acompaña a cierta noción sobre las armas como un elemento que hace que el entorno sea más seguro en la medida en la que estas están disponibles. Les preguntamos precisamente por la casa.

Ante la pregunta puntual sobre si un arma hace más peligrosa o más segura una casa, la respuesta fue clara: tres de cada cuatro personas en México opinan que un arma en casa la vuelve un sitio más peligroso. Solo el 23% dijo que la casa era más segura gracias a la presencia del arma. Y el 5% no respondió.

La siguiente pregunta fue plantearles, tomando en cuenta que sus datos personales son absolutamente confidenciales y que su respuesta tenía un fin únicamente estadístico, les pedimos que nos dijeran si en su hogar había un arma de fuego. La respuesta plantea de alguna manera una imagen de nuestra relación con las armas: solo el 7% de las personas en México aceptaron que en su casa tienen un arma.

En Estados Unidos, país que tiene una relación mucho más estrecha y compleja con las armas que el nuestro, las cifras son muy distintas. Allá, el 42% de las personas dicen que en su casa hay un arma. Además el 48% dicen haber crecido en una casa en la que había una arma y el 72% dicen haber disparado una arma de fuego alguna vez en su vida según datos del Pew Research Center.

En México, por el contrario, el 93% de las personas dicen que en su casa no hay armas. Del escaso porcentaje que sí tiene armas, consultamos sobre la propiedad.

El 68% dijeron que el arma es de su propiedad. El 18% en cambio dijeron que el arma es de otro miembro del hogar. Y 14% no saben o no respondieron.

Todos estos datos revelan que la relación con las armas en la vida cotidiana es muy distinta a la que otros países, en especial en Estados Unidos. Así como el acceso a compras de armas, hay que considerar los requisitos que hay que cumplir en México para la obtención de la licencia de portación de armas son mucho más extensos y cuantiosos que en el país vecino. No obstante, las armas de fuego siguen causando estragos en la sociedad mexicana.

Fuente: Animal Político – La Ventana Indiscreta

Dos de cada diez personas en México dicen leer libros digitales

Dos de cada diez personas en México dicen leer libros digitales 150 150 DEFOE MX

Según las personas que respondieron nuestra encuesta, tres de cada diez personas han comprado libros digitales en México, pero solo dos de cada diez han leído o consultado libros digitales.

Hay pantallas en todos los ámbitos de la vida y la lectura no podría quedarse al margen. Pasamos mucho tiempo leyendo en pantallas, desde todas nuestras comunicaciones instantáneas como muchas de las noticias y, en gran medida, gran parte del entretenimiento y el ocio. Pensando en eso, nos planteamos preguntarle a las personas en México sobre su relación con los libros digitales.

Primero que nada quisimos entender qué tan familiarizadas están las personas en México con los libros digitales. Ante la pregunta sobre si en algún momento han consultado o leído un libro en formato digital, esto fue lo que nos respondieron.

Sorprende un poco que solo dos de cada diez personas hayan leído o consultado libros digitales en México. Como área de oportunidad y también como punto de partida para otras indagaciones más granulares sobre lo que sucede con el consumo de libros –físicos y digitales– entre las personas del país, es un dato interesantísimo. Aunque es difícil plantear una comparación confiable, sirve considerar cómo es el panorama de los libros digitales y la lectura en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, las personas que dijeron leer un libro completo en los doce meses previos en formato digital pasó de 17% en 2011 a 27% en 2015, según el Pew Research Center.

La segunda pregunta es interesante, porque ya no habla sobre las lecturas o las consultas, sino más bien sobre la compra. Preguntamos a las personas si en alguna ocasión han comprado libros digitales.

Parece cumplirse lo que las personas a las que nos gusta leer hacemos a cada rato: comprar más libros de los que se leen. Según las personas que respondieron nuestra encuesta, tres de cada diez personas han comprado libros digitales en México.

Otra de las preguntas fue por el medio, el formato en el que las personas que leen libros digitales prefieren hacerlo. La mayoría, al plantearle tres alternativas, eligieron al celular como el medio por el cual consumen libros digitales.

Es interesante considerar que aquí entra en juego el tema del acceso a aparatos que por lo general implican una inversión. El celular, al ser un aditamento disperso entre gran parte de los adultos en el país, es quizá el medio más económico –si bien no el más cómodo– para leer este tipo de libros.

Por último, la pregunta crucial y repetida una y otra vez cada que se habla de estos temas: ¿Qué prefieren las personas, leer en papel impreso o en plataformas digitales? La respuesta fue muy particular:

Más de la mitad de las personas prefieren el libro impreso. Curioso que únicamente el 14 por ciento dicen no tener preferencia, o más bien, preferir ambos medios para leer. Al tratarse de una actividad que se realiza en soledad y de manera individual, la experiencia tiene la posibilidad de buscar que esta sea lo más gozosa y adaptada a lo que las personas desean. La lectura es un hábito que se promueve de muchos modos, y quizá más allá de incentivar el gusto, el tema del acceso es uno de los cruciales cuando se trata de este tipo de actividades. Ante la falta de librerías o bibliotecas, los libros digitales de fácil acceso y adaptados para leerse en teléfonos celulares, por ejemplo, se presentan como una gran alternativa.

Fuente: Animal Político – La Ventana Indiscreta

Las personas mayores cada vez serán más. ¿Cómo nos hemos organizado para asistirlas y cuidarlas?

Las personas mayores cada vez serán más. ¿Cómo nos hemos organizado para asistirlas y cuidarlas? 150 150 DEFOE MX

En 2018, 7 de cada 100 personas eran adultas mayores, sin embargo para el año 2050 esta proporción será de 17 de cada 100. ¿Cuáles serán las redes de cuidado para atenderlas?

Según el Pew Research Center, lo más común en los hogares alrededor del mundo es que las personas mayores vivan en una casa con familia extendida (38%), seguido de cerca de la vida con sus parejas (31%). La fracción de personas mayores de 60 años en el mundo que vive sola es relativamente pequeña en comparación con las anteriores: 16%. Esto plantea una pregunta interesante: ¿Cómo se gestiona el cuidado y la atención a las personas mayores en México? Nosotros hace algunos años hicimos esa pregunta. Consultamos si en ese momento tenían a su cuidado alguna persona de edad avanzada. Casi dos de cada diez nos respondieron que sí.

En la misma encuesta les preguntamos a las personas que dijeron que sí sobre la relación con la persona a la que ofrecen cuidados. Más de la mitad de las personas reportaron que se trataba de algún abuelo o abuela, o un padre, madre o padrastro/madrastra, es decir algún familiar muy cercano. Lo que es interesante es que fuera del ámbito familiar, es decir, una persona conocida o un amigo, figuró en un porcentaje casi insignificante (1%).

La pregunta que inmediatamente surge es saber si las personas conviven en la misma casa. Por ejemplo, en Estados Unidos, según los estudios del Pew Research Center, en aquel país el 27% de las personas mayores de 60 viven solas. Esto sin duda es posible cuando el círculo de apoyo, tanto personal como institucional, es funcional y lo permite. En nuestra consulta, las personas en México respondieron en la siguiente proporción:

Al particularizar en nuestra encuesta aún más sobre el tipo de personas a las que cuidan, la mayoría cuidan a personas entre 75 y 84 años. E incluso un 10 por ciento de las personas que respondieron cuidan a personas mayores de 85 años. Es significativo pensar en los rangos de edad por el nivel de cuidados y las exigencias de tiempo y de atención especial que las personas de edad cada vez más avanzada requerirán.

Esta es un área de especial importancia para el futuro del país, ya que las proyecciones de la población que el gobierno mexicano realizó desde hace años muestran que, para 2018, 7 de cada 100 personas eran adultas mayores, sin embargo para el año 2050 esta proporción será de 17 de cada 100. Y el incremento en números totales pasará de 9.1 millones en 2018 a 24.9 en 2050. Por ello es necesario estar al tanto de las redes de cuidado, su composición y las necesidades que estas circunstancias requieren.

Fuente: Animal Político – La Ventana Indiscreta

El amplio y desconocido universo de la no-respuesta

El amplio y desconocido universo de la no-respuesta 150 150 DEFOE MX

Una tasa de no respuesta elevada ha sido entendida como una señal de que hay algo mal en la construcción de la encuesta: muestreo no adecuado, pregunta no muy clara, comprensible o el modo en que es aplicado el cuestionario.

Las encuestas, como instrumento de medición, requieren de una pieza clave que las personas que nos dedicamos a esto no podemos controlar: la participación de las personas seleccionadas en la muestra. Sin su disposición y sus respuestas francas, la encuesta falla y los datos obtenidos tienen poco interés cuando no son claramente erróneos. Las encuestadoras emplean técnicas y métodos, desde el planteamiento de las preguntas hasta el diseño del operativo de campo, para buscar que todas las personas seleccionadas para integrar la muestra respondan todas las preguntas del cuestionario. Sin embargo, dado que es imposible tener esa certeza, hay que analizar lo que sucede cuando, por diversas razones, nos enfrentamos al fenómeno conocido como la “no respuesta”.

El reverso, o digamos, la faceta positiva de la no respuesta es la tasa de respuesta. Esta es la medida que da cuenta de la proporción de individuos o entidades de la muestra que completaron las preguntas de manera correcta. Originalmente se creía que había que aspirar a una tasa de respuesta de 70 por ciento por lo menos para garantizar que no existieran sesgos. Sin embargo, las tasas de respuesta aceptables varían dependiendo del campo –no es lo mismo una encuesta en un entorno académico, a una encuesta a la población en general, tampoco en un estudio longitudinal gubernamental como puede ser un censo que en un levantamiento de opinión política en línea. Hay encuestas en casa habitación, por ejemplo, con tasas de respuesta que oscilan alrededor del 90%, y los resultados de encuestas por correo o por internet pueden rondar entre 50 y 60%. Cada encuesta evalúa estos datos y considera así la necesidad de ampliar la muestra, de modificar el operativo de campo, incluso de integrar un modo mixto –por teléfono y en persona, por ejemplo– para remediar una tasa de respuesta baja que imponga un sesgo a los resultados obtenidos.

En general una tasa de no respuesta elevada ha sido entendida como una señal de que hay algo mal en la construcción de la encuesta: ya sea que el muestreo no fue el adecuado, la pregunta no es suficientemente clara, comprensible o las opciones de respuesta no son sencillas de responder, o puede deberse también a que el modo seleccionado para aplicar el cuestionario no sea el adecuado para la población que se quiere evaluar. La revisión adecuada de los métodos antes de lanzar el operativo de campo son cruciales para minimizar estos problemas. Sin embargo, es muy posible que aún cuando se haya realizado un buen trabajo preparatorio, la tasa de respuesta puede resultar elevada y esto trae consigo una serie de consideraciones nuevas.

Los personas que investigan la metodología de las encuestas han hallado que con el paso del tiempo, las tasas de respuesta se han ido haciendo menores y en consecuencia la no respuesta crece. Según Robert M. Groves y sus coautores en el libro Survey Methodology, en las encuestas longitudinales como el Censo de Población en Estados Unidos o en la Encuesta de Consumidores la tasa de no respuesta ha ido creciendo de manera sostenida en los últimos 15 años. Además, reconocen que no se trata “únicamente de un fenómeno que suceda en Estados Unidos”. Un estudio de 16 países europeos reveló que en un periodo de 20 años, la tasa de rechazo de la encuesta por parte de las personas contactadas creció a un ritmo de 0.3% cada año.

La American Association for Public Opinion Research publicó un reporte en 2014 sobre la situación de los rechazos y la no respuesta en las encuestas. El objetivo era entender la situación y tratar de dilucidar posibles rutas de acción y consideraciones para hacerle frente a la situación. En su reporte dividen en dos las estrategias para hacerle frente a los rechazos: el diseño de la encuesta, y la gestión del entrevistador o la entrevistadora. Esta segunda categoría es interesante porque es la que implica una mayor cantidad de imponderables. Las personas encargadas de aplicar las preguntas requieren capacitación, entrenamiento y una cierta auditoría de sus conocimientos.

Otra de las las áreas de interés dentro del reporte es la que habla de la práctica de conversión de rechazos –el logro, por parte de los encuestadores, de hacer que una persona que originalmente no quiso, finalmente conteste el cuestionario. No todos los encuestadores deciden ir por esta vía porque implica más gestión y además es potencialmente invasiva de la privacidad de las personas. Entre las recomendaciones que el reporte propone está la de registrar y reportar los rechazos de manera particularizada, separados de la categoría “no responde”. Identificarlos como eventos y considerar sus circunstancias –si se trata de un rechazo enfático, o de la interrupción del cuestionario, por ejemplo– puede servir como un punto de información para evaluar no solo el contenido de la encuesta sino también sus condiciones de realización: el costo-beneficio y las mejoras posibles de calidad.

La ya mencionada American Association for Public Opinion Research ha dedicado mucho tiempo a este tema. Entre los documentos y guías que ofrece,tiene un estándar de definiciones que clasifica la cantidad de posibles resultados para la aplicación de un resultado, es decir, trata de catalogar los posibles tipos de respuestas dependiendo del modo en el que se aplican, y son muchísimos: más de cuarenta para cada tipo de aplicación, desde haberse encontrado con una contestadora telefónica hasta que hubo un problema de lenguaje que impidió aplicar las preguntas. Todas estas posibilidades de reporte particularizan con un nivel de detalle muy profundo del tipo de no respuestas. Eso permite entender de mejor manera lo que sucedió en la aplicación y si tiene un impacto significativo en los resultados y las interpretaciones. Este tipo de datos, en aras de la transparencia metodológica, debería ser integrado como información constante y disponible en las notas metodológicas de las encuestas aplicadas. Una mirada somera a las metodologías, por ejemplo, de las encuestas de intención de voto y opinión política en México incluyen el reporte de la tasa de no respuesta pero no el detalle. Tenerlo pormenorizado permitiría conocer mucho más a fondo cómo fue el proceso de aplicación y qué sucede cuando el proceso no se completa.

La no respuesta, como se deduce por esta breve aproximación, es un tema enorme y con implicaciones profundas para la realización de encuestas. Y es un tema poco conocido y poco mencionado fuera de los círculos especializados. Para el público en general será interesante saber que la categoría “no sabe/no contesta” que aparece en casi todas las gráficas que lee a diario incluye una enorme cantidad de información por conocer.

Fuente: Animal Político – La Ventana Indiscreta

Sobre encuestas: y al final, las gráficas.

Sobre encuestas: y al final, las gráficas. 150 150 DEFOE MX

Una excelente recopilación de datos puede terminar opacada, tergiversada o limitada con una mala presentación del reporte.

Continuamos con nuestra serie sobre el funcionamiento de las encuestas. Con esta entrega acaba uno de los grandes temas: el diseño y la ejecución de una encuesta. Hemos repasado las distintas etapas del diseño de encuestas desde el planteamiento de las preguntas de investigación hasta la estructura de las preguntas y las dificultades que acompañan los operativos de campo. Ahora entonces, después de analizar los datos como lo contamos en la entrega pasada, llegamos al momento de la presentación de los resultados. Podría parecer una circunstancia sencilla. Ya que se tienen los datos limpios y analizados, es fácil suponer que solo se trasladan en un par de gráficas y se les adjuntan dos párrafos explicativos y con eso es suficiente. Nada más lejano de la realidad. Una excelente recopilación de datos puede terminar opacada, tergiversada o limitada con una mala presentación del reporte.

Curiosamente, el reporte final es la manera en la que la mayoría de nosotros nos relacionamos con las encuestas. Estamos familiarizados con las gráficas, o con los encabezados. Pero no es la única manera de hallar encuestas, y para quienes las realizamos, no es el único formato en el que las presentamos.  Por eso una de las principales cuestiones al completar el proceso de análisis de datos es considerar, seriamente, el público al que nuestro reporte irá dirigido. El público determina el nivel de complejidad o el énfasis en la divulgación que contendrá el reporte final. 

La transparencia metodológica es otro de los temas importantes a considerar. Estos detalles del proceso son importantes pero es preciso, en un contexto de academia y evaluación por pares –especialistas estadísticas– explicitar las minucias estadísticas, los detalles del proceso, no así en un entorno más bien de divulgación para un público que no está tan preocupado por este nivel de detalle.  Aún así, la nota metodológica es una parte importante del reporte final porque permite conocer detalles importantes sobre la encuesta. 

Los datos importantes que hay que considerar es el tamaño de la muestra. Por lo general se le identifica con la letra n y nos permite tener en cuenta cuántas participaron respondiendo la encuesta. Aunque parecería, no es simplemente el caso que entre más grande sea el número de participantes más precisa es la muestra. Para eso, como hablamos en la entrega sobre el muestreo, se requiere que la muestra sea representativa, es decir que todas las personas de la población a la que se quiere analizar tengan la posibilidad y estén de alguna manera incluidas en la muestra.  Otro de los datos importantes es el margen de error. Este valor establece el intervalo en el que las cifras halladas pueden ubicarse. Al decir que el error de la muestra es de 2.5 por ciento, por ejemplo, estamos diciendo que a cada cifra hay que considerar que puede subir o bajar en 2.5 por ciento. Una tercera información importante es el tipo de muestra de la que se trata. Cuando no sea obvio –como en el caso de las encuestas en línea– es importante conocer el modo el que se realizó el operativo de campo (fue telefónica, en persona, en hogar, etc.) y las fechas de levantamiento de esos datos. Esos datos nos permiten conocer, a muy grandes rasgos, la manera en la que fue realizada la encuesta. 

La elección de gráficas y tablas también implica una decisión dependiendo de la audiencia. En los trabajos más académicos, las gráficas se acompañan de explicaciones detalladas tanto de lo que significan las tablas y las gráficas, como del detalle metodológico y de resultados. En las publicaciones de divulgación, es importante tener cuidado de caer en la tentación de lo llamativo de las gráficas, y olvidar los rótulos y las identificaciones informativas. Si las gráficas no van acompañadas de párrafos explicativos, o no tienen las palabras o cifras que permiten entender de qué se trata, es como si la gráfica dijera cualquier cosa, es decir como si no dijera nada. Además existe la posibilidad, si no están bien identificadas y explicadas las tablas y gráficas, que cada una de las personas que lean ese reporte podrían asumir cualquier cosa sobre el reporte y asumir que es válido, y como decíamos al inicio, lo bien conducido del reporte y del trabajo terminarán invalidados por una mala presentación. 

A grandes rasgos, esta serie hasta el momento ha cubierto el proceso que siguen las encuestas desde que se ocurre una inquietud en la mente de alguna persona hasta que se redacta el informe final. Cada uno de los pasos tiene una gran variedad de detalles que se podrían explorar mucho más a fondo. Temas que tienen que ver con los cálculos que se realizan para garantizar que la muestra sea representativa; discusiones sobre software especializado para distintas aplicaciones, o los grandes dilemas éticos que acompañan a todo trabajo de levantamiento de campo. Algunos de esos temas serán retomados en futuras entregas porque estamos convencidos que entre más se conozca sobre el proceso detrás de las encuestas, mejor preparadas y preparados estaremos para discernir y evaluar los contenidos de los sondeos con los que nos encontremos. 

Fuente: Animal Político – La Ventana Indiscreta

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