T-MEC 2026: liderazgo alto, rumbo incierto
Octubre, 2025
DEFOE
Los tres mandatarios llegan con crédito político, pero sin confianza plena en la dirección de sus países.
El consenso ciudadano alrededor del T-MEC es sorprendente. Pocas veces un acuerdo comercial ha logrado sostener niveles tan altos de respaldo simultáneo en los tres países involucrados.
Según las mediciones más recientes, cerca del 78 % de los mexicanos, 79 % de los estadounidenses y 77 % de los canadienses ven el tratado como algo positivo para sus economías. En una región marcada por polarización y escepticismo político, ese dato es una rareza: el libre comercio, a pesar de todo, sigue siendo popular.
Pero el agregador Defoe sugiere que ese optimismo no se traduce en confianza sobre el rumbo nacional.
En los tres países, la percepción de que la nación va por “el camino correcto” se encuentra, en promedio, 13 puntos por debajo de la aprobación de sus respectivos mandatarios.
En México, Claudia Sheinbaum mantiene 73.9 % de aprobación pero solo 59.6 % de ciudadanos creen que el país va bien.
En Estados Unidos, Donald Trump registra 44 % de aprobación frente a apenas 32.5 % de percepción positiva del rumbo.
Y en Canadá, Mark Carney conserva 50.6 % de respaldo frente a 36.2 % en “dirección correcta”.
El patrón es claro: hay liderazgos fuertes, pero sociedades inquietas. Los ciudadanos distinguen entre su valoración del líder y su evaluación del sistema. En términos de rational choice, mantienen su “apuesta” por la autoridad —le otorgan crédito político—, pero con un mandato condicionado: la confianza se renueva solo si el entorno mejora.
🔍 Tres gobiernos, tres dilemas
En Estados Unidos, el gobierno llega a la revisión del T-MEC con un clima interno pesimista. La oposición demócrata presiona por reforzar el enforcement laboral y ambiental, mientras los republicanos más duros impulsan una línea arancelaria que podría tensar la mesa trilateral.
El incentivo político es claro: en un contexto de incertidumbre económica, mostrarse duro hacia fuera rinde más que ofrecer matices hacia dentro.
En Canadá, Mark Carney navega entre pragmatismo y presión. Redujo parte de las represalias arancelarias contra EE. UU. para proteger su industria, pero enfrenta críticas conservadoras que le exigen “mano firme”.
El riesgo para Ottawa es interno: una fractura liberal que pueda reinterpretar la cooperación como debilidad.
En México, Claudia Sheinbaum abrió consultas públicas para llegar a la revisión 2026 con una postura unificada. Pero dentro de su coalición conviven dos visiones opuestas: una, pro-inversión y técnica, centrada en certidumbre para el nearshoring; otra, soberanista, enfocada en control estatal y autonomía energética.
Conciliar ambas será clave para mantener credibilidad externa sin erosionar cohesión interna.
🎲 El juego interno del T-MEC
Los tres líderes necesitan que su política comercial sea ratificable en casa y creíble ante sus socios.
Desde la teoría de juegos, eso implica un equilibrio frágil: cooperar lo suficiente para mantener certidumbre económica, pero diferenciarse lo justo para sostener legitimidad política interna.
Y aunque la atención se concentra en Washington, los números de Defoe añaden una capa interesante: la aprobación de la política exterior de Trump (≈ 41 %) está tres puntos por debajo de su promedio general (≈ 44 %).
No es una brecha grande, pero sí simbólica. Su base no lo castiga por la confrontación, aunque tampoco lo premia por resultados.
Para México y Canadá, eso significa que la retórica dura de la Casa Blanca es más instrumental que ideológica: una jugada para mantener el control del tablero doméstico.
⚖️ ¿Por qué importa esto?
- Los tres mandatarios gozan de respaldo alto, pero enfrentan sociedades que no sienten avance estructural.
- Esa brecha entre aprobación y “dirección correcta” puede traducirse en presión política durante la revisión del T-MEC: los líderes necesitarán resultados tangibles para sostener su credibilidad.
- La estabilidad del tratado dependerá menos de los discursos y más de si cada país logra alinear sus incentivos internos con la cooperación externa.
El T-MEC, más que un acuerdo económico, se ha convertido en un barómetro político del norte: refleja la tensión entre confianza y frustración, entre estabilidad y cambio.
Y en un año donde los tres gobiernos disfrutan de crédito, pero no de calma, esa diferencia lo dice todo: el liderazgo sigue fuerte, pero el rumbo —a ojos de los ciudadanos— sigue en duda.