Volatilidad y poder: cómo se mueven los votos entre el PAN, Morena y MC
27 de octubre, 2025
DEFOE
Los mapas del 2024 no sólo muestran quién ganó el país, sino cómo los electores están jugando estratégicamente entre bloques.
En la nueva geografía del poder, la racionalidad política ya no es ideológica: es táctica.
El país que cambió de color (otra vez)
En 2024, Morena y sus aliados se llevaron 256 de los 300 distritos federales.
Fue una victoria amplia, pero no automática: detrás hay un electorado que responde más a incentivos que a lealtades.
Los mapas de las últimas tres elecciones —2018, 2021 y 2024— muestran que la elección presidencial actúa como multiplicador de poder.
En años presidenciales, el voto se concentra; en intermedias, se dispersa.
La ola de 2018 y la de 2024 muestran ese efecto: la presidencia arrastra votos de coalición y deja menos espacio para competencia local.
El norte se comporta como un mercado competitivo, donde los votantes cambian de bloque según resultados y desempeño.
El Bajío es el ejemplo de voto racional estable, donde los costos de cambiar superan los beneficios.
Y el sur del país —Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Tabasco— se consolidó como zona de lealtad morenista, con márgenes amplios y bajo nivel de volatilidad.
De la ola a la racionalización del voto
En 2018, la ola de Morena redibujó el mapa completo.
En 2021, sin efecto presidencial, el voto se abrió: la oposición recuperó distritos en el norte y el centro.
Y en 2024, el arrastre de la candidatura presidencial volvió a cerrar el mapa, consolidando un bloque oficialista con menor competencia territorial.
El resultado no es ideológico, sino estratégico:
los votantes responden a incentivos —eficiencia, estabilidad o expectativa de triunfo— y ajustan su conducta en función del contexto nacional.
Las presidenciales maximizan coordinación; las intermedias, fragmentación.
Volatilidad y estabilidad: juegos distintos en un mismo país
En los estados del norte, la volatilidad ronda el 50 %; en el Bajío, el 15 %; y en el sur, apenas el 10 %.
Cada región juega un equilibrio distinto:
- el norte actúa bajo incertidumbre estratégica (cambio frecuente de bloque),
- el Bajío bajo equilibrio estable (identidad y estructura partidista),
- y el sur bajo coordinación hegemónica (predominio sostenido de Morena).
La estabilidad del sur es, en términos de teoría de juegos, un equilibrio dominante: los votantes perciben altos costos en cambiar de bloque cuando un partido controla recursos, narrativa y expectativas.
Las combinaciones que no fueron (y lo que revelan del juego)
Si PAN, PRI y MC hubieran competido juntos en 2024, habrían ganado 74 distritos, casi el doble de los 42 actuales.
Pero el PAN ya descartó una alianza con el PRI para 2027, lo que confirma que la oposición sigue atrapada en un dilema de coordinación.
Cada jugador busca maximizar su ganancia individual —identidad, supervivencia, narrativa—, aunque eso reduzca su ganancia colectiva.
Morena, en cambio, opera bajo un equilibrio de cooperación estable: comparte costos y beneficios entre aliados sin romper la estructura territorial.
El resultado es una hegemonía racionalmente sostenida, no meramente emocional.
Racionalidad política en tiempos de mapa móvil
El nuevo mapa político no refleja ideologías fijas, sino cálculos racionales:
los partidos se mueven por incentivos, los votantes por expectativas, y el contexto presidencial redefine los pagos en cada ronda.
Por eso, el voto mexicano oscila entre racionalidad de corto plazo (premiar o castigar) y coordinación de largo plazo (mantener equilibrio local).
En este juego, el poder ya no se mide por colores, sino por quién coordina mejor.
Y en 2027, cuando no haya efecto presidencial, el tablero volverá a ser competitivo.